Susto, Covid, Muerte y Aplausos

Susto, Covid, Muerte y Aplausos

Aquella lejana tarde, no esperaba ese recibimiento. Mientras me adentraba en la residencia geriátrica donde llevaba tantos años trabajando, un sepulcral silencio lo envolvía todo...¿dónde está la gente? ¿mis ancianitos? ¿los trabajadores?
Susto, Covid, Muerte y Aplausos
Susto, Covid, Muerte y Aplausos
Francisco J. Prieto

Índice Experiencia

Susto

Caminé hacia el salón principal atravesando la “Sala multiusos”, donde suponía que estarían la mayor parte de residentes en compañía y bajo la dirección de “la señora maestra”, Sara, la terapeuta ocupacional; del silencio pasamos al estrépito sin aún haberme dado cuenta de lo que pasaba…allí estaban todos, esperándome conchabados para darme la gran sorpresa…un extenso aplauso, a mi dedicado, no pude evitar que la emoción arrancara de mis ojos unas lágrimas que con disimulo traté de contener; tras agradecer esa muestra inesperada de gratitud y cariño, aproveché para dar una nueva charla sobre las medidas ya adoptadas para evitar que ese mal bicho, el “hijoputavirus o algo así” les dije en tono jocoso, entrara en nuestra pequeña residencia para causar el desastre. Reímos, cantamos, bromeamos…se nos antojaba aún muy lejana esta posibilidad ese último día de “relax” y fiesta que recuerdo en nuestro centro, siendo un día redondo: veinte de marzo de dos mil veinte.

Nuestro “hogar-geriátrico” era aquel día una verdadera familia formada por veintisiete residentes, tan solo tres hombres en aquel grupo heterogéneo y variopinto, la directora, siete auxiliares, la cocinera, el médico, la fisioterapeuta, la terapeuta ocupacional, y yo mismo, el enfermero o “practicante” como ellos a menudo preferían llamarme. Nos conocíamos a la perfección, sabíamos con detalle las preferencias, vulnerabilidades, cualidades y necesidades unos de otros. Todo estaba bien organizado, cada cual cumplía con sus obligaciones, las familias habían sido conformistas con la decisión de evitar las visitas “hasta que superásemos el período de mayor riesgo de contagio”…todo había sido estudiado, pensado y organizado para que el SARS-COVID-19 pasara de largo…sin embargo, no sabíamos ni queríamos imaginar lo que sucedería apenas una semana después.

Pilar era una mujer enjuta e hiperactiva. Su Alzheimer avanzado la poseía y confinaba a una vida “cama-sillón”, pero su pasado como profesora de educación física había conservado en ella unas capacidades elásticas y una fuerza difícilmente imaginables. Aquel veintisiete de marzo, Pilar apenas se movía, su rostro inexpresivo a la par que lánguido era preocupante. Comprobadas sus constantes observé que su temperatura rebasaba los treinta y ocho y medio, y la auscultación pulmonar revelaba una falta casi total de ventilación en el pulmón derecho. Sin duda, padecía una neumonía avanzada y muy grave; no daba crédito pues cuarenta y ocho horas antes se adivinaba un incipiente cuadro catarral, manteniendo unas constantes más que aceptables y una función respiratoria íntegra.

Aún así, Mario, el facultativo de la residencia la había valorado el día anterior y su estado no parecía aún inquietante. Ante tal situación solicité ayuda al teléfono de emergencias 112, y tras hablar con una médico explicando el estado de la paciente, esta nos envió una ambulancia “especial COVID” para recoger a la paciente. Efectivamente, mi sospecha era propia de tal decisión y cruzaba mis dedos para que esto no se confirmara. Aporté un informe en el que expliqué concienzudamente todos los datos relevantes de la señora Pilar: antecedentes, medicación, constantes, y sospecha clínica…sin olvidar mencionar que la paciente estaba institucionalizada.

Desgraciadamente, veinticuatro horas después nuestra querida Pili falleció, de lo cual tuvimos constancia por su sobrino, único familiar de contacto, que fue informado del triste suceso, sin dar más datos que “ a causa de una neumonía”.

Covid

Mi impaciencia me hizo buscar el modo de enterarme de la causa real de esta desgracia; con gran alarma pude comprobar en uno de los informes que obtuve, la determinación que nunca habría querido leer, mi corazón golpeaba fuerte dentro de mi caja torácica cuando con una mezcla de rabia, miedo e incertidumbre leía: “…COVID POSITIVO”.

Un tremendo golpe de realidad me mantuvo congelado durante medio minuto mientras la sangre y las ideas se agolpaban en mi cerebro. Después del shock, a flor de piel la adrenalina, contacté con la directora del centro, para que procediese en tanto yo llegase, a extremar las medidas de aislamiento interno, y de protección en general. Maite no era capaz de reaccionar, aunque ya habíamos puesto en marcha un plan de contingencia, era muy duro saber de forma objetiva que “el bicho” estaba entre nosotros, que debíamos mantener a todos y cada uno de los residentes apartados en sus habitaciones donde recibirían sus atenciones, y la probabilidad de que muchos otros residentes y nosotros mismos estuviésemos ya infectados era muy elevada. Solicité ayuda a la Gerencia Sanitaria de mi Área de Salud de la que días antes habíamos recibido algunos comunicados ofreciendo colaboración si se precisaba. Pronto contestaron para indicar que siguiésemos trabajando “con mascarilla quirúrgica”, y que nos enviarían una doctora designada desde la misma Gerencia para evaluar la situación.

Entre tanto, valoré a cada uno de los ancianos, y ya pude comprobar que había signos y síntomas compatibles con infección por coronavirus en al menos media docena de ellos.

Muerte

La “doctora COVID” entró en nuestra residencia con aspereza, pintando un futuro poco halagüeño, abroncando al personal y exigiendo listados de comorbilidades y constantes entre otros. Adiviné unos ojos claros tras la pantalla que protegía su rostro, y de su físico, salvo su estatura, poco o nada permitía intuir su E.P.I. completo. Apenas unos minutos tardé en chocar y discutir con ella, aunque comprendía que la gravedad del momento exigía “hablar poco y hacer mucho”, y, siendo plenamente consciente de la gran responsabilidad del trabajo encomendado a la médico que tenía enfrente, ya que para entonces ya había tenido algunas noticias de su labor en muchos otros centros de la zona, decidí atender sus instrucciones y discutir lo justo.

Ni las bombas de antibióticos, ni los corticoides, ni la supresión de los hipotensores (I.E.C.As y A.R.A II), evitaron que en los días sucesivos fuesen enfermando hasta la muerte otras ocho personas, víctimas de un enemigo silente pero muy mortífero. El asesino sabía ocultarse quizás bajo el colchón, o tal vez diseminado por el aire, pero sus golpes silenciosos eran muy certeros.

Puedo asegurar que durante esas interminables y crueles jornadas llegué a plantearme cuestiones hasta entonces nunca antes imaginables, hasta el propio ejercicio de mi profesión, de la que siempre he estado enamorado. Tal era la sensación de angustia, viendo sin más remedio cómo iban cayendo nuestras queridas “abuelitas”, (los escasos hombres sobrevivieron) muriendo sin la compañía de sus familiares, negado el derecho a ser atendidos en un centro hospitalario “por protocolo”, y con la última imagen en sus retinas de una especie de “astronautas” ocupándose de sus cuidados básicos. Esas mujeres que tanto trabajaron para sacar adelante a sus hijos, nietos, e incluso biznietos, a quienes la crueldad de la guerra les había arrebatado su niñez y juventud, ahora, otra “guerra” las confinaba, privaba de derechos, las dejaba de nuevo huérfanas, y las mataba en cuestión de días. Vivimos todos los trabajadores un verdadero infierno más por los sentimientos de impotencia, tristeza y desesperanza, que por los riesgos que también corríamos de los que nos olvidábamos una vez rebasado el umbral de entrada.

Siempre oía que los sueños se cumplen, pero nadie me advirtió que quizás también las pesadillas.

En este momento, a dieciocho de abril, aún sin cumplirse un mes desde aquellos aplausos, escribo estas líneas con guantes, mascarilla, y una pantalla que distorsiona mi visión, todo son dudas, y mantengo la desagradable sensación de haber sido “timado” por quienes debieron habernos informado bien, y ..¿Por qué no? -también alarmado, no hay nada de malo en las alarmas, son las que nos ponen en marcha para actuar ante un posible ataque del tipo que sea, para abastecernos de los medios oportunos para combatir al agresor y solicitar a tiempo los apoyos necesarios para neutralizarlo cuanto antes.

Cada noche me despierto varias veces, sobresaltado y empapado en sudor, para volver a una realidad que continúa y empata perfectamente con la pesadilla. Cada día sufro por mi esposa y mis hijos que han sido el motor de mi vida y mi lucha en todo este desastre.

Es muy posible que mi pequeño geriátrico no se recupere, su directora teme volver a pasar por una catástrofe de esta magnitud, y yo la entiendo, porque está claro que el virus no solo es capaz de producir complicaciones orgánicas graves sino que también ha sido capaz de machacarnos a nivel emocional. Además de lo vivido en la residencia, el COVID ha matado a mi tío Santiago, y a una de las tías de mi mujer, Luisa, entre otros familiares más alejados, y lo han padecido y superado muchos otros, mi madre y hermana incluidas. Hemos perdido vecinos y compañeros, y no hemos podido ni despedirlos ni llorarlos más que en el silencio de nuestras casas.

El criminal, ha sabido urdir su terrible plan hasta herir lo más profundo de lo humano.

Mi testimonio no piensa ahora en futuras vacaciones, es solo una versión realista de lo “pasando”, un invitación a reflexionar y a aprender para que seamos capaces de anticiparnos y “alarmarnos” a tiempo en próximos ataques…en este momento reina la incertidumbre, aunque no dudo que seremos capaces de encontrar no uno, sino decenas de remedios frente a esta pandemia, con la desventaja de que la búsqueda llevará tiempo; tiempo que costará vidas, sufrimiento y penurias. Por eso acabo de solicitar autorización para emprender un estudio sobre factores de inmunidad frente al “coronabicho”, porque quizás pronto encontremos soluciones parciales al problema que tanto se necesitan..el tiempo lo dirá…

Aplausos

Desde estas líneas y entre ellas, aprovecho para aplaudir con toda mi energía a quienes están ayudando en múltiples aspectos, no a los que realizamos nuestro trabajo, recibiendo un sueldo por ello, más lo merecen todos aquéllos que de corazón y de forma desinteresada, ayudan exponiendo su salud. Entre ellos está Dani, el joven profesor de mi hija, que además de cumplir con su trabajo con grandes dificultades, y a distancia, participa como voluntario en algunas residencias afectadas por el pernicioso COVID, con un cariño y entrega digna de admiración; hay muchos otros “danis”, mi gran ovación para ellos, porque realmente han sabido hacer que la pandemia saque lo mejor y más grande de su condición humana.

¿Qué te ha parecido la experiencia? Valórala
(Votos: 8 Promedio: 3.8)
Comparte ésta experiencia
Newsletter
Recibe e inspírate con las experiencias en tu correo
Francisco J. Prieto
Comparte ésta experiencia
Newsletter
Recibe e inspírate con las experiencias en tu correo
Experiencias Relacionadas

27 Comentarios

  1. Querido viejo amigo: esta pandemia que tanto ha separado ha servido para que te encuentre, no en las circunstancias que hubiera deseado, pero sano y desarrollando tu profesión, la que siempre quisiste hacer, desde que nos acompañábamos de una facultad a otra… Cuánto tiempo hace… Jamás imaginamos vivir algo así. Solo puedo alegrarme de saber de ti, y de que personas como tú, con una bondad inmensa, nos cuiden. Te envío toda la fuerza y ánimo que haga falta, también a tu familia, que veo ha estado afectada. No sabemos cómo ni cuando acabará esto. Espero y deseo que pronto, y que se convierta en una terrible pesadilla del pasado, que nunca olvidemos . Ánimo a tus compañeros, a tus ‘abuelas’, a nuestros abuelos que se merecen todo, bien lo sabemos . No estáis solos. Ánimo, ánimo, ánimo!! Un fuerte abrazo, Javi.

    1. Enorme la ilusión de saber de ti después de tantos años, no tengo tu imagen actualizada, pero me encantaría. Espero que en tu familia todos os encontréis muy bien, muchas gracias por tanto ánimo como me transmites, Ojalá pronto podamos celebrar un reencuentro y poder ponernos al día, ¡necesitaremos una semana entera! Un gran abrazo.

  2. PRECIOSO TU ESCRITO…SOLO PUEDO DECIR, QUE EN MIS AÑOS DE CARRERA PROFESIONAL COMO ENFERMERA .. NO ME HE ENCONTRADO CON UN COMPAÑERO TAN CURRANTE, TAN INVOLUCRADO ,TAN PROFESIONAL Y TAN BUEN COMPAÑERO COMO TU…GRACIAS POR SER ASI .BESOS

    1. Buenos días «compi», muchas gracias por tu exagerado comentario, sabes que te aprecio y valoro por ser tan buena compañera y tan «tú», es un verdadero placer trabajar cerca de ti.

  3. Gracias Javi por estas líneas tan emotivas que nos haces llegar. Agradecerte tu labor y dedicación; demostrando una «enorme profesionalidad «. Pero sobre todo y lo más valioso tu calidad humana, que demuestras en cada momento en tu vida: con tu familia, amigos…
    Un abrazo enorme

    1. Solo demuestro que soy humano, con mis limitaciones, y sentimientos. En mi profesión quizás lo más hermoso es el continuo aprendizaje, es importante mantener la mente «abierta» y empaparse de experiencias que nos enriquecen y enseñan a saber destilar lo mejor de cada momento. Agradezco tus palabras Cristina.

  4. Hola Javi, pero que grande eres, que bonito escribes , además de gran persona, gran profesional, también eres gran escritor, me a encantado leerte, sigue así, no cambies nunca. Espero y deseo que estés bien y que este bicho se pase pronto y podamos seguir con nuestra vida, un gran abrazo

    1. Muy bien escrito, cuanta tristeza, impotencia y desesperación, me gusto mucho todo lo que dices y como lo expresas, siento mucho todas las bajas que habeis tenido, un abrazo grande, eres un gran profesional

      1. Muchas gracias MARY, soy uno de tantos, solo que compartir una experiencia siempre es terapéutico. Un abrazo para todos vosotros.

        1. Yo también suscribo cada una de las palabras de Javi. Tambien tuve el gusto de trabajar con el y hasta hace muy poco tiempo le tenía como enfermero de nuestra tía Lucina en la residencia que menciona. Solo decirte Javi que profesionales como tu hay pocos, que sigas trabajando en esa profesión que tanto te apasiona y que a la vez te da tantos sinsabores. Un beso muy fuerte y decirte que este bicho no va a poder con nosotros. Encarni

          1. Hola Encarna, ¿Cómo estás? Gracias por tu comentario, que sepas que el placer fue mío por lo que compartimos aquellos maravillosos años, muy duros por cierto aunque en otro sentido. Hay auxiliares entregadas y profesionales como tú cuyo trabajo se valora y se paga mucho menos de lo que merecéis. Recuerdo con mucho cariño a tu tía Lucina, por supuesto y la echo de menos.
            Cuídate mucho compañera, hasta pronto.

    2. Me alegro que te haya gustado, gracias por tus palabras, se que también trabajas con ancianos e imagino que estarás pasando como todos por una situación complicada. Espero que tú y tu familia gocéis de buena salud, un gran abrazo.

    3. Me alegro que te haya gustado, gracias por tus palabras, se que también trabajas con ancianos e imagino que estarás pasando como todos por una situación complicada. Espero que tú y tu familia gocéis de buena salud, un gran abrazo.
      (Corto y pego comentario, creo que se había guardado en otro lugar)

  5. Gracias, Javi, por tu testimonio. Es doloroso pero también muy bien escrito y extraordinariamente humano. ¡Gracias! ¡Te felicito!
    Conocerte y saber de la pasión con la que vives tu trabajo me permite decirte gracias y que jamás ¡JAMAS!, dudes de tu buen hacer.
    Conocerte y ver el amor con el que trasmites lo que sabes para ayudar y para estimular las ganas de ayudar de otros, me permite felicitarte -otra vez- porque llegas al corazón de las personas sanas o enfermas. LLegas a todos…
    Conocerte y oírte hablar vocación de enfermero a los alumnos de 6º (año tras año), y a veces sin haber podido dormir, me hace decirte sin temor: ¡Ánimo, Javi!
    Porque lo has estado haciendo lo mejor que has podido. Que te han permitido. ¡Ánimo, Javi! Porque, -como apuntas- no es momento de buscar culpable, pero desde luego que no es culpa tuya. ¡Ánimo, Javi!
    Repito quizá algo que otro te han escrito, pero quiero decirte algo muy importante y que no debes olvidar en estos momentos: con la sensibilidad, el cariño y el entusiasmo que transmites, estás curando a muchos que tienes delante y a muchos que estamos lejos. Tú, nos ayudas a entender que siempre hay que seguir adelante…
    Javi, yo ya no salgo a aplaudir. Por ti lo seguiría haciendo. Sí, por ti, como por mi cuñada, o por Gema, (creo que la conoces) o por muchos más médicos y enfermeros como tú, que se juegan la vida en una época en que creíamos que eso ya no se daba… Sí, por muchos como vosotros me dan ganas de estar aplaudiendo hasta que me duelan las manos. Pero me da rabia pensar que hasta eso se está utilizando para adormecernos. ¡No hay derecho! Que luego nos presenten sólo los aplausos y se bañen en el charco de las mentiras con las que os llaman a la lucha cada día.
    ¡Gracias, Javi! porque personas como tú me ayudan a seguir creyendo un poquito en la especie humana. ¡MUCHAS GRACIAS! ¡¡MUCHO ÁNIMO!
    Sabes que te admiro y que te quiero.
    Laure.

    1. Efectivamente vivimos algo que se escapa a todo control, y por tanto afloran sentimientos muy dispares. Debemos aceptarlo y buscar soluciones a la par que dar respuesta a lo inmediato. «Laure», yo te admiro desde antes de conocerte, a través de mis hijos. Acerca de una persona que ha entregado su vida entera a los demás anteponiendo todo lo ajeno a lo propio, siendo religioso pero ante todo un docente «fuera de serie», poco puede añadirse; acaso que te echamos de menos cada día en el cole, tu vacío no hay quien lo llene y se nota tu ausencia. TE QUEREMOS, gracias por tus palabras pero mi aplauso es hoy para ti, porque lo mereces, como digo en el texto, sois aquéllos que todo lo hacéis desinteresadamente los «superhumanos» que conmovéis por vuestros actos más que por simples palabras.

  6. Un relato muy duro pero real como la vida misma en estos días de coronavirus… nos has hecho sentir un poco “nuestros” a “tus ancianitos” y solo espero que la residencia se recupere, al igual que toda nuestra sociedad , que ya no será nunca como antes, pero solo esperamos que esta pandemónium se frene. Mucho ánimo para seguir en la lucha y un besazo enorme!

    1. Hola prima, muchas gracias, el relato es realista al máximo, habría mucha más tela que cortar, pero aún no es momento. Espero que estéis bien, imagino que con grandes dificultades en el trabajo. Gracias a Pablo porque a través de él conocí a Raúl y su fantástico proyecto.

  7. Como madre puedo decir que he tenido mucha suerte con mis hijos . Me siento orgullosa y afortunada.
    Hijo, sé mejor que nadie que trabajas por vocación porque yo te empujé a otra carrera. Me dijiste no me veo encerrado en un laboratorio, busco el contacto humano. Y ahí estás, en un caos lleno de dolor y sufrimiento. Deseo que sigas teniendo fuerza, esperanza y coraje para lo que todavía queda. Sobretodo salud para sobrellevar este desastre.
    Admiro al personal sanitario y a todos aquellos no sanitarios que han estado arriesgando su vida y la de los de su casa.
    Deseo que aquellos a los que compete tomen conciencia y no escatimen en Sanidad que junto con Educación e Investigación a mi entender es lo principal.
    Deseo que puedas hacer el estudio que te propones sobre esta fatídica enfermedad y aportes conocimiento que es tan necesario.
    En especial, por la parte que me toca te admiro a Ti como hijo, persona, profesional ……… Sobretodo por la gran HUMANIDAD que ya desde niño no pasaba desapercibida.
    Un fuerte abrazo.
    Te quiero mucho.

    1. Una buena madre como tú sabe el momento de «tirar de la soga» y también el momento de «soltar cuerda», la vida me ha dado muy grandes satisfacciones, entre las cuales está mi trabajo, por lo que sin duda soy muy afortunado. Tengo la sensación de recibir siempre mucho más de lo que doy y eso es un gran estímulo para continuar. He trabajado en situaciones muy duras, pero en este contexto, es imposible no priorizar y cribar de la vida y del trabajo lo realmente importante. Todos debemos aportar, como bien decía nuestro querido Manuel…»nuestra vida solo sirve para entregarla a los demás…», «Hay que construir…»

  8. Javi Bonita carta as escrito te admiro como sanitario y más como hijo la verdad que disfrutas con lo que haces y como cuidas a tus enfermos la verdad es que has tenido que pasar muy malos días y noches pero tu has hecho lo que has podido no has podido hacer más. Sigue siendo como eres TE QUIERO HIJO

    1. Gracias a ti querido primo, tú eres para mi un referente, por muchos motivos, pero la fortaleza y capacidad para cuidar y resistir de la que has hecho gala en estos últimos 20 años es digna de un gran respeto. Tienes el mío y mi apoyo en el infierno en que estamos inmersos.

  9. Quiero aplaudir a todos los sanitarios de este país o héroes, como a mi gusta llamarlos, que han estado y están cada día al pie del cañón cada vez que los necesitamos, así como aplaudir su comportamiento durante esta terrible pandemia.
    ¡Viva la sanidad pública!

    1. Gracias por la parte que me toca. Hago extensivo tu aplauso a la sanidad privada, incluídos sanitarios y no sanitarios: cocineros, cuidadores, personal de limpieza, también de geriátricos y centros sociosanitarios: en este momento público o privado es indiferente, solo importa ayudar, cada uno como bien pueda a salir de esta «pancrisis».

  10. Que te voy decir a parte de ser maravilloso eres una gran persona toda la familia lo dice siempre preocupándote por todo y todos no cambies nunca seguro que esto lo superamos todos con ayuda de profesionales como tú TE QUEREMOS

    1. He intentando contactar por privado pero tu dirección de email no me lo ha permitido. Querida prima, todos vosotros pertenecéis a una clase de gente ya en extinción, os quiero y admiro a todos mis primos y tíos de «la gomada», yo solo hago mi trabajo, y como tengo la suerte de contar con eso que antes llamábamos «vocación», placer y ocupación se entremezclan y confunden. Un gran abrazo, cuidaos mucho.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *